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La moral a-prueba. Consideraciones a cerca del tema moral en Nietzsche.

LA MORAL A-PRUEBA ®
Consideraciones a cerca del tema de la moral en Nietzsche, revisión parcial de fragmentos en Humano demasiado Humano, Aurora y La Gaya Scienza.


Este ensayo, más que el resultado, es la continuación de mis dos trabajos iniciales donde pretendí tratar el tema de la moral en Nietzsche. Aunque con enfoques algo diferentes, creo que sirven de base para ampliar mis interrogantes y tal vez desarrollarlos con algunas herramientas nuevas, que a lo largo del trabajo del análisis y hasta el final se venían presentando para aclarar o aumentar las posibilidades de problematizar éste asunto.

Recapitulando; (a) la primera observación se trataba de la interpretación del mundo moral, en Humano demasiado humano, a partir de una cierta creencia en el “libre albedrío”, aquí el camino que tomé partió de la crítica de Nietzsche hacia lo que podríamos llamar “errores clásicos” de la filosofía, uno de ellos; tratar de acomodar una interpretación del mundo orgánico a una interpretación por oposición de ésta al mundo moral, es esa visión, algo ideal, de intentar colocar a los hombres por encima de los demás organismos, desconociendo, en el caso de que fuese así para todo ser orgánico, leyes como la “causalidad”, que finalmente es otra determinación del pensamiento clásico pero que, insisto, es el núcleo de la contradicción con esa otra determinación a cerca del libre arbitrio humano. (b) en la segunda observación (o sea el segundo trabajo) me centré en lo correspondiente a nuestros juicios morales desde lo que llama éste autor una simple nube de opiniones impersonales, en Aurora, allí terminé conviniendo con Nietzsche sobre nuestra vulnerabilidad a los presupuestos, a los prejuicios y a toda esta tradición moral que parece se ha impregnado en nosotros desde hace mucho.
Mi interés por este punto, el de la moral, tiene que ver con el sujeto mismo, no se si es prudente darle este rotulo a ese hombre o a esa mujer que andan por ahí intentando “safarse” de esos impulsos morales tan arraigados en ellos, pero creo que se entenderá que me refiero al sujeto que busca “otros caminos”, tal vez más sensatos, tal vez más ruines (intentaré no hacer juicios sobre esto), pero en definitiva “otros caminos”, alejados de esa tradición moral venida acaso de los “errores clásicos” de la filosofía –de la metafísica-, acaso de los prejuicios morales de nuestra proto-cultura, de esa errónea interpretación del mundo orgánico, etc.
Por eso retornaré a los puntos iniciales, y buscare en esas confusas probabilidades que nos lanza Nietzsche una posible isla donde colocar a esos sujetos que mencioné.

Si busco la salida a las aporías de la moral, que nos atan, es obviamente porque creo que realmente somos afectados por ellas; por supuesto existen muchos motivos para pensar así y sentir así, de ellos tal como subraya Nietzsche en Aurora, las “apreciaciones” (aforismo 104) como costumbres ajenas que nos han permeado desde nuestra infancia, y aquí cabría decir que no es sólo una infancia cronológica individual sino desde los inicios de la raza humana, estas “apreciaciones” se han hecho parte de nuestro cuerpo, como una prolongación, a forma de herramienta, de “nuestros” juicios valorativos, lo interesante es que en realidad actuamos como si fuéramos los mas libres de los seres y decidimos cada acción con una autonomía sin par, y sin embargo hay algo que nos hace volver sobre nuestras apreciaciones y a veces las sentimos como inmorales o nos sentimos “malos” al realizar acciones que nosotros mismos considerábamos como “buenas”. Lo que dice Nietzsche al respecto, además de ilustrarnos sobre la historia del bien y el mal (aforismo 45), es que, esta bien, existen personas que se sienten así, sinceramente se sienten “inmorales” (aforismo 103-Aurora), pero sobre lo que debemos reflexionar entonces es si esas “razones” por las que se siente culpa son auténticas o no, es decir válidas. El que aparezcan ya sea como censurables o como loables es tal vez solo una tradicional forma de interpretar las acciones instintivas de los hombres, pero es posible abrirse a otras posibilidades, y en esta medida es básico apelar al individuo y no a los grupos, es precisamente desde un verdadero ego (aforismo 105) y no desde su fantasma, que podemos forjar un Sujeto que reconsidere su culpabilidad, sus “razones”, por ventura; que sienta de otra forma.
Desde Humano demasiado Humano este tipo de reflexiones se hacen evidentes; el apelar al individuo es una de las constantes de Nietzsche, incluso cuando se refiere a la imposibilidad de la “libertad”, libertad que sin ningún fundamento se erigió desde la tradición para el genero humano haciéndolo creer en una superioridad sobre todo lo existente, se refería a la imposibilidad no sólo de actuar “racionalmente”, sino de afincarse justamente en esa razón[1] humana para dirigir su pensamiento, sus acciones y claro, sus reacciones. Una de las primeras versiones sobre la salida a “otras” posibilidades es el reconocimiento del error, reconocer la existencia de esos prejuicios morales y a demás la inexistencia de la libertad y por tanto la imposibilidad de una cierta moral, aquí es evidente la aparición de la llamada filosofía histórica, es un llamado a revalorar todo lo que nos ha sido dado pero sin creernos de nuevo los “salvadores”, los “elegidos”, tan sólo reconocer que toda la historia al igual que la naturaleza son amorales; así las cosas, aunque nos es casi imposible sanarnos de los prejuicios morales al menos ya podremos actuar tratando de ser concientes de ellos, es un juego interesante pero aun quedara más por hacer, por el momento Nietzsche da un pequeño consuelo: forjarse un “carácter” individual. Pero, y qué hacer con él, cómo es en realidad ese “nuevo” hombre, ese nuevo carácter?

En Aurora es notable el viraje de Nietzsche respecto a sus propuestas anteriores, mejor dicho aquí ya existe una querella por renovar, por construir, ya no es solamente un joven que rechaza y ve errores por todos lados con respecto a la moral, su uniforme de Topo nos hace pensar en un constructor sin afán (y obviamente en un deconstructor), pero entonces genera dudas sobre sus posibles nuevas acciones, en otras palabras; qué busca ese Topo que socava las profundidades de la moral, sus orígenes, sus laberintos, será un impulso más de la moral el que ha empujado a ese Topo a sus mismas profundidades? Será otro Topo cegatón, como todos?... Se considerara esta pregunta un pretexto para encontrar contradicciones en el pensamiento de Nietzsche, pero no me estoy apresurando, no es así, la hice pensando en el Sujeto representado por él, creo que hay una opción allí para “desatarse” de esas aporías de la moral, y Nietzsche mismo puede personificar esa opción; hay un pasaje al final de Aurora (aforismo 453) donde menciona un juego singular; al respecto de esa búsqueda de “otros caminos”: “somos experimentos, queramos también serlo”, supongo que su inclusión en ese somos, en ese queramos, no es por azar, existe la posibilidad de experimentar, el experimento necesita de “ratones de laboratorio”, en este caso es un Topo el que cumple esa función, pero a demás exhorta a otros para continuar el experimento.
Continua la apuesta por el individuo en esta tensión contra la moral, claro! es en el espacio individual, bueno sin caer en el solipsismo, es fijándose unos nuevos trayectos a lugares menos dogmáticos, más instintivos, pero con la convicción en la fuerza creadora del individuo, con la convicción en unos nuevos hombres que sepan detenerse a observar con atención el devenir de ellos mismos, de la cultura, de la tradición, hombres que puedan navegar tranquilos en medio del mar de moralidades y prejuicios establecidos, hombres que reconozcan que ya no se trata de dejar de navegar pues no se puede abandonar ese mar, hombres tranquilos que puedan afirmarse precisamente en este lugar; Nietzsche nos lleva lentamente por la senda, va colocando antorchas; desde Humano demasiado Humano, enuncia un temperamento (aforismo 34) personal. Pero hay que ir con cuidado, al menos en este primer momento, tal temperamento esta ligado de tal forma al individualismo que se vuelve una especie de “renegado”, desprovisto de expectativas, descomprometido y hasta cínico. Un Sujeto así satisface pobremente el desafío del navegante, es necesario entonces observar con un poco más de atención porqué y para qué ha devenido ese temperamento, y encontramos en Aurora otro matiz a cerca de esta tensión contra la moral que conduce al Sujeto por un camino más firme; se había tratado de enunciar antes que el conocimiento sería un impulsor vital de nuestro nuevo carácter, pero no se aclaraba en que medida, y aquí en aforismos como el 19 (Aurora) se resalta ese trasfondo: “el sentimiento de las costumbres (de la moralidad) no se refiere a sus experiencias [las del individuo], sino a la antigüedad, a la santidad, a la indiscutibilidad de las costumbres. He aquí por qué ese sentimiento se opone a que hagan experiencias nuevas y a que se corrijan las costumbres, lo que quiere decir que la moralidad se opone a la formación de las costumbres nuevas y mejores: embrutece”[2]; embrutecer que es totalmente lo contrario al instinto de conocimiento, eso es la ya dado, y el nuevo temperamento no puede forjarse al interior de ese embrutecimiento, y por otras razones más, obviamente, pero solo subrayemos este matiz que junto con la invitación a “experimentar” van dando forma al Sujeto que quiero vislumbrar y conducir como navegante hasta una “isla” llena de albures, de novedades, de posibilidades.
Y creo que hemos llegado al punto donde podemos reconocer que la tendencia a valorar como jueces del mundo y de sí, sólo es una costumbre ciega de la “mayoría”, y que tan sólo hombres con un cierto carácter o temperamento pueden transgredir este orden moral para seguir, con su pasión por el conocimiento, una colorida ruta con miles de posibilidades de hecho, es posible ver a la par de este cambio, surgir ese Sujeto que hemos venido persiguiendo, la diferencia con el Sujeto de Humano demasiado Humano es su poder creativo, juguetón, pasional si se quiere, con pasión por la vida, pero por una vida experimental (prefacio a la segunda edición, La gaya scienza –3), por supuesto me estoy refiriendo a las posibilidades trazadas ya en La Ciencia Jovial; posibilidades aunadas en el Sujeto que tiende a la experimentación, al cambio constante, pero insisto, desde un plano netamente personal, una especie de “recién nacido”, más sensible, curado de la enfermedad de la sospecha absoluta, con un gusto por la experimentación inocente, aparece ese lado artístico; para que la vida no se torne nuevamente trágica, es más, para que la filosofía no se vuelva nihilismo.

No quiero en este momento abandonarme a la fascinación del texto que fue tejiendo Nietzsche, pues debo aún prolongar mi estado critico hacia sus hilos, y más exactamente hacia los hilos que conducen la critica a la moral, lo que intente se redujo a perseguir su ruta, a observar si era posible entrever un Sujeto con ciertas características Nitzschenas, que fuera capaz de navegar hasta un lugar menos moral, hasta una isla aparte, pero aun quedan dudas sobre la verdadera moralidad de Nietzsche, ya que, aunque persuade muy bien, en un tono afable; de repente la pregunta por el impulso moral de Nietzsche queda suelta, queda flotando, y se torna invisible, aun así sospecho –y no por capricho- que la Moral clásica, religiosa, metafísica, política hallan sido fiadoras de la misma crítica sistemática de nuestro querido amigo Nietzsche.









® Leonardo Ajenor Rojas Merchán.
[1] Nietzsche explica el origen de la moral moderna y su misma critica se detendrá allí, con una visión ontológica de los instintos, el devenir orgánico de la moral a llevado al hombre a un punto tal que se ha instalado en él una moralidad que le ciega y le hace olvidar su devenir mismo, su devenir orgánico.
[2] Nietzsche. Aurora. Página 21. Editorial Aguilar. Madrid. 1932.

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